Celestino V. San
     [944] (1210-1296)  

 
   
 

 

 

   Fue benedictino de Faifoli, cerca de Isernia, en los Abruzos italianos. Dejó el monasterio para dedicar­se a la vida solitaria en varios lugares. En 1238 se ordenó sacerdote en Roma y se retiró a vivir en la soledad y en la oración.
   En torno a sus eremitorios se organizaron grupos de eremitas, que fueron aprobados como Orden por Urbano IV en 1263 y por Gregorio X. Logró dejar el gobierno de la Orden y el último ámbito monacal al que se retiró fue el de S. Onofrio.
   Pero allí le buscaron en 1294 por su fama y los Cardenales reunidos en Cón­clave  en  Pistoya le designaron Papa. En el breve tiempo que gobernó la Iglesia intentó la reforma de los benedictinos y la corrección de abusos siguiendo la línea un tanto puritana y espiritual en la que estaba comprometido como monje riguroso y de estricta vida ascética.
   Chocó con una corte pontificia politi­zada, con los intereses de la familia Anjou, que le exigía establecerse en Nápoles, y con fuertes criticas a hechos tan normales en su tiempo, como el haber nombrado dos cardenales de su Instituto.
   Abrumado por las intrigas curiales, tan ajenas a su carácter y vida espiritual, renunció al Pontificado a los seis meses de elegido e intentó ir a la sole­dad de nuevo. Pero el nuevo Papa Bonifacio VIII le mandó detener y custodiar en Montecasino. Incluso le encarceló en Rocca de Fu­mo­ne por miedo a que otros cardenales le recuperaran y se produjera un cisma. En prisión murió el 12 de Mayo de 1296. El Papa Clemente V lo proclamó santo el 3 de Mayo de 1313.