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Fue benedictino de Faifoli, cerca de Isernia, en los Abruzos italianos. Dejó el monasterio para dedicarse a la vida solitaria en varios lugares. En 1238 se ordenó sacerdote en Roma y se retiró a vivir en la soledad y en la oración.
En torno a sus eremitorios se organizaron grupos de eremitas, que fueron aprobados como Orden por Urbano IV en 1263 y por Gregorio X. Logró dejar el gobierno de la Orden y el último ámbito monacal al que se retiró fue el de S. Onofrio.
Pero allí le buscaron en 1294 por su fama y los Cardenales reunidos en Cónclave en Pistoya le designaron Papa. En el breve tiempo que gobernó la Iglesia intentó la reforma de los benedictinos y la corrección de abusos siguiendo la línea un tanto puritana y espiritual en la que estaba comprometido como monje riguroso y de estricta vida ascética.
Chocó con una corte pontificia politizada, con los intereses de la familia Anjou, que le exigía establecerse en Nápoles, y con fuertes criticas a hechos tan normales en su tiempo, como el haber nombrado dos cardenales de su Instituto.
Abrumado por las intrigas curiales, tan ajenas a su carácter y vida espiritual, renunció al Pontificado a los seis meses de elegido e intentó ir a la soledad de nuevo. Pero el nuevo Papa Bonifacio VIII le mandó detener y custodiar en Montecasino. Incluso le encarceló en Rocca de Fumone por miedo a que otros cardenales le recuperaran y se produjera un cisma. En prisión murió el 12 de Mayo de 1296. El Papa Clemente V lo proclamó santo el 3 de Mayo de 1313.
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